jueves, 10 de marzo de 2011

un lunes diferente

  Las agujetas son algo curioso: después de un esfuerzo, no sabes en qué momento aparecen, pero sí lo mucho que tardan en desaparecer... En esas estoy. Tras algún tiempo sin buenas caminatas, me pillaron desentrenada y me he movido como un pato hasta hoy. Os explico.
  El lunes Raquel y Laura tenían fiesta en el Instituto; uno de esos días no lectivos de los que disfrutan a lo largo del año. Y querían hacer algo especial. Es normal, la perspectiva era pasarse el día haciendo deberes y poco más.
  Antes de acostarnos el domingo, convinimos la ruta que haríamos el día siguiente.
  El lunes madrugamos. Preparamos bocatas para el almuerzo, agua, y pañuelos de papel para la sinusitis de Raquel... Eran casi las 9 de la mañana cuando nos subimos al coche... Pero el puñetero no quiso arrancar. Últimamente le falla la batería a causa del frío de las noches y había estado parado todo el fin de semana. Total, que antes de irnos, Juanjo enchufó la batería al cargador, con la esperanza de que estuviera a punto para poder irse a trabajar a las 2.
  El Clio nos llevó sin problema hasta La Sierra Engarcerán.


  Aparcamos a la entrada del pueblo, nos enfundamos las mochilas, y comenzamos la bajada hacia Benlloch. Comenzamos a caminar a las 9:20 h.
  Juanjo, Raquel y Laura sí conocían la ruta, porque la habían hecho en alguna otra ocasión. La última vez la hicieron de subida y con nieve.
  La verdad es que me encantó. La ruta comienza entre pinares, con la senda asfaltada. Observamos que están repoblando el pinar con robles, incluso en zonas no despobladas; tal vez pretendan substituir los pinos por robles en un futuro. El campo está de un verde precioso, tras las lluvias. Los romeros, las estepas, las matisas, las aliagas... todas las plantas tienen vitalidad de primavera adelantada.



  El camino va combinando la tierra pisada con tramos de asfalto, o mejor dicho, de hormigón. Con lo cual, el paseo se hace muy ameno. También tengo que señalar que, salvo unos metros al principio, todo es cuesta abajo. Se hace fácil, pero las piernas están en continuo freno.


  A las 10:10 paramos en un recodo del camino, bajo una carrasca, para almorzar. Nos comimos los bocatas que habíamos preparado por la mañana. Laura, que se estaba comiendo bien a gusto el suyo de jamón con tomate, dijo de repente: "mamá, un 10". Yo me reí y le dije que los había hecho su padre. A lo que contestó: "papá, un 8"... jeje, ¡qué guasa tiene la niña!


  Pupi nos acompañaba. Lo suyo también es singular. Siempre comienza las caminatas con energía desbordada: corre, se adelanta, se atrasa... Huele, observa, escucha... Pero, a medida que se va cansando, va refrenando el ritmo y acaba caminando junto a nosotros

  
  Llegábamos a casa a las 12:22 h.
  
  A pesar del cansancio, son mañanas que apetece volver a repetir. Por el paisaje, por la compañía... porque el tiempo compartido con los hijos es el mejor tiempo del mundo. Tuvimos un día soleado, precioso; un día para salir, para respirar, para oler, para sentir...

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