martes, 31 de agosto de 2010

9 de Agosto


El despertador sonó temprano en lunes.
Teníamos que recoger todo y salir de viaje temprano, para poder llegar a Benlloch a una hora razonable. Aún así se nos hicieron las 8 y algo.
Tuvimos un viaje de regreso tranquilo, sin sobresaltos.
Os dejo algunas fotos que, como recuerdo, hicimos del centro donde estábamos


lunes, 30 de agosto de 2010

8 de Agosto


Reservamos para el domingo la visita a Santiago de Compostela.
Tal vez no fue la decisión más acertada, teniendo en cuenta que era el día de la clausura del Encuentro de Jóvenes 2010.
Nosotros nos guiamos más por el hecho de que, al ser domingo, y celebrarse ese encuentro allí mismo, era más probable que pusieran en marcha el Botafumeiro. Pero no tuvimos mucha suerte.
Dejamos el coche en la parte de atrás del parque de la Alameda. Y fuimos andando hasta la Catedral. La ciudad estaba llena de gente. Prácticamente recién llegados, sin haber visto nada más, nos pusimos a la cola para poder entrar en la Catedral a misa de 12. La cola avanzaba lentamente, y cuando ya estábamos próximos a la entrada, una señora pasó advirtiéndonos de que no dejaban entrar con mochilas. Así es que Juanjo las cogió todas y se fue a llevarlas al punto donde nos habían dicho que las guardaban. En esas nosotras entramos, pero él no llegó a tiempo y se tuvo que quedar fuera.
La Catedral iba llenándose. Nosotras no estábamos en mal lugar. Raquel y Laura estaban en la nave central, pero hacia el final de la iglesia. Yo me situé junto a la puerta, en parte para ver si veía a Juanjo si es que conseguía entrar, y en parte para poder apoyar la espalda junto a la pared. Casi enseguida nos enteramos de que no pondrían en marcha el Botafumeiro. Pero asistimos a la celebración de igual modo. Salimos un poco antes de que acabara la misa, para evitar aglomeraciones. Y nos fuimos al mismo punto donde nos habíamos separado de Juanjo. Acertadamente, porque él volvió a buscarnos a aquel mismo lugar.
Después rodeamos la Catedral hasta la famosa plaza del Obradoiro.


Ni siquiera pudimos visitar el interior de la Catedral.
Estuvimos mirando la mejor opción para comer, aunque era un poco pronto, para ser de los primeros y no coincidir con todo el mundo a la hora de comer.
Nos decidimos por el Restaurante El Franco, que tenía un menú apetitoso y asequible.
Después de comer, pateamos el centro de Santiago. Y compramos detallitos para llevar a la familia.


Antes de irnos teníamos una cita pendiente: comernos un helado en la Heladería Farggi, la heladería más famosa de Santiago.
Como íbamos bastante cargados, yo me fui al coche a llevarlo todo, porque estaba bastante cerca. Y Juanjo y las niñas se fueron una vez más hacia la Catedral para ver una exposición de instrumentos antiguos que nos había quedado pendiente. Estaba cerrada. Pero a cambio pudieron entrar con total libertad al interior de la Catedral y visitarla.
Como tenían que volver atravesando el parque de la Alameda, regresé algunas calles para encontrarme con ellos y volver juntos al coche.


No quisimos que se nos hiciera muy tarde porque había que preparar cosas todavía esa noche, para salir de viaje por la mañana temprano, de regreso a Benlloch.
El aire acondicionado del coche nos dio un pequeño susto, porque no funcionó hasta llegar a Padrón. Y ya nos imaginábamos el regreso a casa pasando calor en el coche. Por suerte, de repente empezó a funcionar...

domingo, 29 de agosto de 2010

7 de Agosto


No teníamos muy claro en qué emplear la mañana del sábado...
Sí sabíamos que por la tarde tocaba cine en Pontevedra, pero dudábamos de qué hacer por la mañana...
Hicimos un intento, fallido de todas todas, de acercarnos a Sanxenxo, destino turístico de playa por excelencia. Y digo "fallido" porque fue un error meternos por el centro. Gente a mansalva, ni un sitio para aparcar, y retenciones para salir... ¡Vaya pérdida de tiempo!
Por suerte, una vez hubimos salido de Sanxenxo, nuestra dicha cambió a mejor.
Paramos a almorzar alguna cosa en Portonovo, un pueblecito cercano, y dentro de la ruta que decidimos coger hacia la isla de La Toja. En principio no vimos mas que un parque, muy cuidado y con mesas y sombras apetecibles. Al fondo había una barandilla que escondía sorpresa..

En cualquier sitio de la costa, cuando menos lo esperas, surge una paradisíaca playa...

Y tras el improvisado almuerzo con vistas, continuamos hacia La Toja y O Grove.

En La Toja, paseamos por algunos lugares que yo recordaba vagamente de mi visita de juventud, y repetimos algunas fotos que recuerdo tener con mis hermanas. El Balneario, el Parque con la Casa de las Conchas, el Paseo Marítimo...

En O Grove, apenas paramos. Por no decir mentira, paramos en una oficina de turismo, por conseguir un callejero, más que nada. Y Raquel fotografió algo que le hizo gracia porque hacía referencia a su dirección de correo electrónico: cangrejoruso.

Comimos en el centro de Pontevedra, en un Burguer King, porque tenían hambre de hamburguesa. Y a las 5 de la tarde, sesión de cine en las salas de la Estación de trenes, Vialia. Toy Story 3. Una muy buena película...
Es raro, pero no encuentro ninguna foto de la tarde.

6 de Agosto


Hoy tocaba Bayona la Real y el Monte de Santa Tecla.

Parada obligada por el camino para comprar el periódico del día, que Raquel se los lee enteros cuando está mucho rato en el coche. Ella disfruta y nos pone al tanto de la actualidad política y social... Laura se compró una revista juvenil, en la que venía un bikini de regalo.

Baiona estaba repleta. Estuvimos dando vueltas, con la intención de aparcar junto al paseo marítimo. Pero parecía tarea imposible, y decidimos ir a buscar mejor fortuna alejándonos del centro. Al final dejamos el coche en un buen sitio, aunque el lugar fuera más parecido a un descampado que a un punto turístico. Resultó que aparcamos junto al Crucero de la Santísima Trinidad, con cúpula renacentista, construido en el siglo XV, sobre unas rocas en la parte alta de la villa

Una calle no muy concurrida y unas empinadas escaleras nos bajaron hasta el Paseo Marítimo.
Ese mismo día comenzaban las fiestas en Baiona y se notaba en el ambiente.
Nuestro siguiente objetivo era visitar una réplica de la Carabela Pinta, que viajó a América, acompañando a Colón y capitaneada por Martín Alonso Pinzón. Esta se halla amarrada al muelle desde 1993 para disfrute de los visitantes. En su interior puede verse una reconstrucción exacta de todo cuanto llevaba la carabela para su travesía.
Para visitarla, se paga una entrada en una caseta en el paseo marítimo y se accede a la nave por una pasarela sobre el mar.
Allí nos recibió un señor amable como pocos, que nos explicó todo sobre la embarcación y el viaje que llevó a cabo, con pelos y señales, como si él hubiera participado en dicha gesta. Con buena voz y gran disposición a contestar preguntas, nos hizo reir, y entender...
Salimos de la Pinta con una buena sensación.
Ya casi nos habíamos sentido grumetes de alta mar...
En el mismo paseo había una oficina de turismo
y nos acercamos para preguntar qué más podíamos visitar. Sin darnos demasiada cuenta nos pusimos en la cola de un chiringuito donde se repartían unas bolsas de propaganda, que incluían periódico, revistas y un pin de Baiona. Así es que nos marchamos de allí cargados con nuestras bolsas. Nos recomendaron visitar la Fortaleza de Monterreal, la Capilla de Santa Liberata, o la Iglesia de Santa María de Baiona... Pero esos destinos los reservaremos para una próxima visita...
Optamos por acercarnos a ver a la Virgen de la Roca, un monumento de 15 metros de altura, construido sobre las rocas del monte Sansón, que data de 1930.
Era casi la hora de comer cuando llegamos, y llevábamos "avío", como casi siempre que vamos fuera de casa. Y el paraje que nos encontramos nos gustó. Así es que descargamos nuestra pequeña despensa ambulante y comimos.

Con el estómago lleno, un merecido descanso para el conductor...

y para el resto de la tropa...


Y después, visita obligada, la Virgen de la Roca. Subimos hasta ella, la rodeamos, la fotografiamos, la estudiamos a fondo... pero estábamos pensando más en el café y en el helado que nos tomaríamos al bajar...



Nos marchamos, porque corría deprisa la tarde y aún queríamos visitar el Monte Santa Tecla, en A Guarda.
Pero antes, sorpresita playera para Laura... con incendio al fondo. Playa muy tranquila, de arena gorda, de agua fría y muy rocosa...
Cuando empiezas a ascender hacia el Monte de Santa Tecla, te hacen parar en una garita para cobrarte una entrada simbólica de 80 céntimos los adultos y 50 los menores de 15 años.
La primera parada es en el "castro", las ruinas de un antiguo poblado celta, galaico-romano. Estuvimos paseando por dentro, observando las reconstrucciones que se habían llevado a cabo, comprobando lo mucho que queda por hacer...


Al salir de una de las edificaciones que, a modo de ejemplo y exposición, se han reconstruido, Raquel se dio un enorme topetazo con la cabeza en el dintel de la puerta. A partir de entonces, como si niña no tuviéramos: le cambió el humor, dejó de hablar y de reirse, y se amuermó para toda la tarde...

El Monte de Santa Tecla es un lugar de visita obligada para los que desean conocer Galicia.
El monte en sí, ya es bonito, por todo el pinar que lo cubre. Pero la cumbre es sencillamente espectacular. Desde lo más alto se aprecia la desembocadura del río Miño al océano Atlántico, con el cambio de color de sus aguas. Al otro lado del Miño, frontera natural, Portugal. No hay más que explicar. Lo bonito es haber estado allí para verlo, cuando ya caía la tarde y haberlo disfrutado en familia.


A casita, a ver si hoy podemos cenar más pronto...

sábado, 28 de agosto de 2010

A Lugo

Voy a hacer un paréntesis en mi relato para contaros otras cosas también importantes para mi.

Tras nuestro viaje a Vigo, a mi hermana Marian y familia les surgió la posibilidad de viajar a Castroverde (Lugo) para visitar a un buen amigo. Aunque les asustaba un tanto el largo viaje, sobretodo por Laia y Neus, se decidirieron a ponerse en camino. Han estado fuera del 23 al 27 de agosto.
Su anfitrión en Lugo era Suso, un buen amigo y un deportista nato. Lo mejor para que conozcáis sus aventuras es que hagáis un clic aquí para que podáis meteros en su blog y descubrir todo lo que esconde bajo su aspecto tranquilo...
Me reí mucho (sanamente) al meterme en su blog y en el otro que lleva David junto a algunos amigos.
Suso, que está harto de someterse a situaciones más bien extremas, se alegró tanto cuando Marian y David le dijeron que ya estaban en Castroverde que, al salir precipitadamente de su casa, se dobló un tobillo y el resultado fue un esguince... ¡ironías de la vida! Ved aquí.
Marian cuenta que lo han pasado muy bien, que les han tratado en bandeja, que todos han sido superatentos con ellos, que Laia y Neus han disfrutado, que quieren que vuelvan el año que viene...
Un último clic aquí.
Desde el cariño y un sano sentido del humor.

En breve me pongo a acabar las entradas de nuestro viaje...

viernes, 27 de agosto de 2010

5 de Agosto


Sí, ya sé que estáis agotadas, pero hay que levantarse y aprovechar el día... que aún quedan cosas por ver...

Para el jueves, programamos Finisterre y La Virgen de la Barca de Muxía. Los dos destinos, lugares de costa. Preciosos.
Laura ya nos reclamaba bañarse en la playa. Y hoy era el día perfecto para hacerlo.
Salimos de Vigo por la autovía hacia Pontevedra. Desde allí, por no meternos en Autopista, cogimos la Nacional 55o a Santiago de Compostela. La 543 nos acercó a Noia y fuimos recorriendo la costa. El litoral gallego es espectacular, porque tan pronto estás metido en un bosque de eucaliptos, como sales de repente a un escarpado abismo al mar.
En Outes encontramos una zona de pic-nic junto a la playa que cumplió de golpe todos nuestros objetivos: la praia de Broña. Por un lado comimos bajo la sombra de altísimos pinos, en recias mesas de madera; y por otro lado, cumplimos el deseo de playa de Laura.


Comidos, bañados y frescos, continuamos camino hacia Fisterra.
Varios pueblos a destacar en ese trayecto: Muros, O Pindo y Ézaro. Todos ellos pueblos marineros y de un encanto absoluto.
Desde Cée, por una carretera local, se asciende hasta el Cabo de Finisterre.
Es lógico que los antiguos creyeran que más allá de aquella punta ya no existía nada y que le dieran el nombre de Fisterra, porque todo cuanto la vista alcanza es un mar azul, inmenso y puro. Desde allí la mirada se pierde y deja lugar al pensamiento, a los sueños y a la imaginación... El viento revuelve los cabellos y refresca el alma, a la vez que el cuerpo...


Siempre marchas de un lugar hermoso con la idea de que ya nada puede superar, ni siquiera igualar, lo que se ha visto. Sin embargo, nuestro siguiente punto en el recorrido del día, desmintió esta teoría.
Nuestra siguiente cita la teníamos en Muxía, para visitar el Santuario de la Virgen de la Barca. Antes de subir hasta el Santuario, paramos en el pueblo de Muxía para tomarnos un helado en una cafetería junto al paseo marítimo y preguntar el camino hasta la Punta da Barca.
Ya en nuestro destino, descubrimos que el lugar es un entorno magnífico. Así lo recordaba yo y así lo vieron los míos. Y sigo pensando que nada puede compararse a aquel lugar... El intenso mar azul, las rocas colosales, el romper de las olas, el olor a sal y a mar, el viento rompiendo en tus mejillas...




La anécdota del día fue que Juanjo y Raquel hicieron correr sobre las rocas a un joven policía local que pensaba que los muy imprudentes, echándose fotos, se estaban acercando demasiado al borde de las rocas... El pobre chico les observaba desde la iglesia, sin perder detalle; y, en un momento dado, echó a correr, para advertirles del peligro...
Pero todo estaba bajo control.
Y con la piel sabiendo a mar, regresamos a Vigo por el camino más rápido.
Tampoco penséis que nos sirvió de mucho, porque metimos la pata al salir de la autopista y volvimos a la Residencia una vez más por la parte de atrás, por Porriño. Así es que cenamos tarde, para variar...

domingo, 15 de agosto de 2010

4 de Agosto


El miércoles salimos de casa con el claro plan de viajar al norte de Portugal.
Quería enseñarles a los mios algunos lugares que mantenía en el recuerdo después de 22 años. Y la realidad superó incluso al recuerdo. Como pasa con los buenos vinos, el paso de los años fue indulgente con aquellos lugares. Parece que los ha mantenido igual de puros. Y, aunque mi mirada es hoy mucho más crítica, superaron la prueba del reencuentro.
Nuestra primera parada fue en la ciudad de Braga. No sabría describirla... Vimos en ella todo aquello que echamos en falta al visitar Vigo. Los años parecen haberse detenido entre sus calles y en sus edificios. Las rotulaciones de los comercios, los escaparates, los portales de las casas, las decoraciones de los parques, los vehículos... parecen pertenecer al pasado pero, al mismo tiempo, es lo que le da el encanto. En Braga visitamos la catedral, y anduvimos por sus calles y plazas, saboreando el dulzor de la piedra, de los adoquinados, de las fuentes y los jardines.
Los portugueses son excelentes jardineros y cualquier rincón es ideal para plantar unas flores o improvisar un mosaico floral.
Resaltar el silencio y la educación de sus habitantes.

Nuestra siguiente parada fue en el Santuario del Bom Jesus do Monte.
Se mantenía tal y como lo recordaba.
A mi familia les encantó. Recorrimos la gran escalinata del Viacrucis, y visitamos las capillas que cuentan la Pasión de Cristo, y tocamos el agua de las fuentes que exaltan la figura de los Sentidos. Visitamos el Santuario.
Y paseamos montaña arriba, admirando los rincones que oculta, hasta llegar a un pequeño lago. Incluso nos montamos en una barquita y remamos.
Sentimos no haber llevado unos bocadillos para comer en alguna de aquellas mesas de pic-nic dispuestas en pleno monte, al abrigo de árboles majestuosos...

Nuestro punto final del recorrido fue en La Fortaleza en Valença do Minho. Se trata de una auténtica fortaleza del tipo Vaubán que se ha mantenido casi intacta desde el siglo XVII, pero que actualmente está ocupada por centenares de comercios dedicados a la venta de toallas, sábanas, mantelerías, souvenirs... Hay que recordar que Portugal, tradicionalmente, se ha hecho popular como país de las toallas. Desde siempre los españoles cruzaban la frontera porque en el país vecino encontraban una gran variedad de estos productos a unos precios que bien valía la pena el viaje...
Hay también algunos restaurantes, y algunas tiendas de antigüedades.
Y vimos edificaciones muy bellas, aunque lamentamos que el lugar estuviera tan masificado y tan concurrido... Como si los tendales de toallas y sábanas, presentes en prácticamente todas las casas, hubieran profanado las calles y las casas de aquel lugar...

Resaltar que las opciones de elegir carretera para viajar por aquella zona no son muchas. Lo más lógico es tomar una carretera nacional para visitar pueblecitos y meterte por rincones, sin pisar autopista. Pues bien, la velocidad permitida es de 50 Km/h. En algunos momentos, la lentitud nos sacó de quicio. Porque además vimos una especie de farolas que no pudimos identificar qué eran exactamente, y ante la duda de que fueran rádares... En fin, que cualquiera se pone a correr...
Entrar en suelo español y pisar el acelerador es toda una experiencia.