domingo, 29 de agosto de 2010

6 de Agosto


Hoy tocaba Bayona la Real y el Monte de Santa Tecla.

Parada obligada por el camino para comprar el periódico del día, que Raquel se los lee enteros cuando está mucho rato en el coche. Ella disfruta y nos pone al tanto de la actualidad política y social... Laura se compró una revista juvenil, en la que venía un bikini de regalo.

Baiona estaba repleta. Estuvimos dando vueltas, con la intención de aparcar junto al paseo marítimo. Pero parecía tarea imposible, y decidimos ir a buscar mejor fortuna alejándonos del centro. Al final dejamos el coche en un buen sitio, aunque el lugar fuera más parecido a un descampado que a un punto turístico. Resultó que aparcamos junto al Crucero de la Santísima Trinidad, con cúpula renacentista, construido en el siglo XV, sobre unas rocas en la parte alta de la villa

Una calle no muy concurrida y unas empinadas escaleras nos bajaron hasta el Paseo Marítimo.
Ese mismo día comenzaban las fiestas en Baiona y se notaba en el ambiente.
Nuestro siguiente objetivo era visitar una réplica de la Carabela Pinta, que viajó a América, acompañando a Colón y capitaneada por Martín Alonso Pinzón. Esta se halla amarrada al muelle desde 1993 para disfrute de los visitantes. En su interior puede verse una reconstrucción exacta de todo cuanto llevaba la carabela para su travesía.
Para visitarla, se paga una entrada en una caseta en el paseo marítimo y se accede a la nave por una pasarela sobre el mar.
Allí nos recibió un señor amable como pocos, que nos explicó todo sobre la embarcación y el viaje que llevó a cabo, con pelos y señales, como si él hubiera participado en dicha gesta. Con buena voz y gran disposición a contestar preguntas, nos hizo reir, y entender...
Salimos de la Pinta con una buena sensación.
Ya casi nos habíamos sentido grumetes de alta mar...
En el mismo paseo había una oficina de turismo
y nos acercamos para preguntar qué más podíamos visitar. Sin darnos demasiada cuenta nos pusimos en la cola de un chiringuito donde se repartían unas bolsas de propaganda, que incluían periódico, revistas y un pin de Baiona. Así es que nos marchamos de allí cargados con nuestras bolsas. Nos recomendaron visitar la Fortaleza de Monterreal, la Capilla de Santa Liberata, o la Iglesia de Santa María de Baiona... Pero esos destinos los reservaremos para una próxima visita...
Optamos por acercarnos a ver a la Virgen de la Roca, un monumento de 15 metros de altura, construido sobre las rocas del monte Sansón, que data de 1930.
Era casi la hora de comer cuando llegamos, y llevábamos "avío", como casi siempre que vamos fuera de casa. Y el paraje que nos encontramos nos gustó. Así es que descargamos nuestra pequeña despensa ambulante y comimos.

Con el estómago lleno, un merecido descanso para el conductor...

y para el resto de la tropa...


Y después, visita obligada, la Virgen de la Roca. Subimos hasta ella, la rodeamos, la fotografiamos, la estudiamos a fondo... pero estábamos pensando más en el café y en el helado que nos tomaríamos al bajar...



Nos marchamos, porque corría deprisa la tarde y aún queríamos visitar el Monte Santa Tecla, en A Guarda.
Pero antes, sorpresita playera para Laura... con incendio al fondo. Playa muy tranquila, de arena gorda, de agua fría y muy rocosa...
Cuando empiezas a ascender hacia el Monte de Santa Tecla, te hacen parar en una garita para cobrarte una entrada simbólica de 80 céntimos los adultos y 50 los menores de 15 años.
La primera parada es en el "castro", las ruinas de un antiguo poblado celta, galaico-romano. Estuvimos paseando por dentro, observando las reconstrucciones que se habían llevado a cabo, comprobando lo mucho que queda por hacer...


Al salir de una de las edificaciones que, a modo de ejemplo y exposición, se han reconstruido, Raquel se dio un enorme topetazo con la cabeza en el dintel de la puerta. A partir de entonces, como si niña no tuviéramos: le cambió el humor, dejó de hablar y de reirse, y se amuermó para toda la tarde...

El Monte de Santa Tecla es un lugar de visita obligada para los que desean conocer Galicia.
El monte en sí, ya es bonito, por todo el pinar que lo cubre. Pero la cumbre es sencillamente espectacular. Desde lo más alto se aprecia la desembocadura del río Miño al océano Atlántico, con el cambio de color de sus aguas. Al otro lado del Miño, frontera natural, Portugal. No hay más que explicar. Lo bonito es haber estado allí para verlo, cuando ya caía la tarde y haberlo disfrutado en familia.


A casita, a ver si hoy podemos cenar más pronto...

1 comentario:

  1. Hola mama. Aquest blog està molt be, m'agrada la idea de que la família pugue veure tot el que hem fet. Ves anyadint coses noves que tinc ganes de veure-les.

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Mil gracias por estar ahí