viernes, 27 de agosto de 2010

5 de Agosto


Sí, ya sé que estáis agotadas, pero hay que levantarse y aprovechar el día... que aún quedan cosas por ver...

Para el jueves, programamos Finisterre y La Virgen de la Barca de Muxía. Los dos destinos, lugares de costa. Preciosos.
Laura ya nos reclamaba bañarse en la playa. Y hoy era el día perfecto para hacerlo.
Salimos de Vigo por la autovía hacia Pontevedra. Desde allí, por no meternos en Autopista, cogimos la Nacional 55o a Santiago de Compostela. La 543 nos acercó a Noia y fuimos recorriendo la costa. El litoral gallego es espectacular, porque tan pronto estás metido en un bosque de eucaliptos, como sales de repente a un escarpado abismo al mar.
En Outes encontramos una zona de pic-nic junto a la playa que cumplió de golpe todos nuestros objetivos: la praia de Broña. Por un lado comimos bajo la sombra de altísimos pinos, en recias mesas de madera; y por otro lado, cumplimos el deseo de playa de Laura.


Comidos, bañados y frescos, continuamos camino hacia Fisterra.
Varios pueblos a destacar en ese trayecto: Muros, O Pindo y Ézaro. Todos ellos pueblos marineros y de un encanto absoluto.
Desde Cée, por una carretera local, se asciende hasta el Cabo de Finisterre.
Es lógico que los antiguos creyeran que más allá de aquella punta ya no existía nada y que le dieran el nombre de Fisterra, porque todo cuanto la vista alcanza es un mar azul, inmenso y puro. Desde allí la mirada se pierde y deja lugar al pensamiento, a los sueños y a la imaginación... El viento revuelve los cabellos y refresca el alma, a la vez que el cuerpo...


Siempre marchas de un lugar hermoso con la idea de que ya nada puede superar, ni siquiera igualar, lo que se ha visto. Sin embargo, nuestro siguiente punto en el recorrido del día, desmintió esta teoría.
Nuestra siguiente cita la teníamos en Muxía, para visitar el Santuario de la Virgen de la Barca. Antes de subir hasta el Santuario, paramos en el pueblo de Muxía para tomarnos un helado en una cafetería junto al paseo marítimo y preguntar el camino hasta la Punta da Barca.
Ya en nuestro destino, descubrimos que el lugar es un entorno magnífico. Así lo recordaba yo y así lo vieron los míos. Y sigo pensando que nada puede compararse a aquel lugar... El intenso mar azul, las rocas colosales, el romper de las olas, el olor a sal y a mar, el viento rompiendo en tus mejillas...




La anécdota del día fue que Juanjo y Raquel hicieron correr sobre las rocas a un joven policía local que pensaba que los muy imprudentes, echándose fotos, se estaban acercando demasiado al borde de las rocas... El pobre chico les observaba desde la iglesia, sin perder detalle; y, en un momento dado, echó a correr, para advertirles del peligro...
Pero todo estaba bajo control.
Y con la piel sabiendo a mar, regresamos a Vigo por el camino más rápido.
Tampoco penséis que nos sirvió de mucho, porque metimos la pata al salir de la autopista y volvimos a la Residencia una vez más por la parte de atrás, por Porriño. Así es que cenamos tarde, para variar...

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