domingo, 24 de abril de 2011

La anécdota del Domingo de Pascua

  La tradición manda ir a merendar por el campo el Domingo de Pascua.
  Recuerdo desde siempre el hacer planes sobre dónde iríamos a merendar. Había que organizarlo bien. De más pequeños, la mona y la bicicleta, entraban siempre en el mismo lote. Y si la Pascua venía tardía, como la de este año, en mi casa era el momento de sacar las camisetas de manga corta.
  Con la llegada de los hijos, y de los sobrinos, cambia la organización. Pero se mantiene la costumbre de llevarlos por ahí a merendar.
  Hace ya algún tiempo que subimos a la montañita de mi suegro para pasar la tarde del domingo.
  Cogemos las monas y chocolate. Esto no puede faltar. Aunque siempre acabamos cogiendo de todo e improvisando una cena a la luz de las velas.
  Este año, ¡cómo no!, se organizó también la salida.
  Cogimos nuestro coche, a sabiendas de que íbamos en reserva. Cuando arrancamos, la batería farfulló un poco, porque el coche llevaba varios días parado, con humedad y frío. Además, nos ha dado problemas todo el invierno. Pero bueno, arrancó. El ordenador del coche indicaba entre 10 y 20 kilómetros de autonomía aún en reserva. Y nos aventuramos a seguir, sin llenar el depósito.
  Y justamente en el Kilómetro 5 de la carretera de la Sierra Engarcerán, a la altura del entrador de Les Mosqueres (la masía de Zaira), el coche se nos quedó parado. Juanjo intentó arrancar de nuevo, pero nada. Intentamos empujarlo para meterlo en el entrador, pero la dirección iba pesadísima, y estábamos cerca de una curva bastante cerrada y cuesta arriba. Así es que nos esperamos a que subiera el padre de Juanjo, que iba con Isabelín, Rocío y Diana.



  Pepe descargó a Isabel y las niñas en la montañita, y bajó a por Juanjo. El plan era pasar por nuestra casa, coger un depósito de agua vacío, la tarjeta para la gasolinera y regresar con gasoil para hacer arrancar el coche.
  Mientras ellos bajaban hacia Benlloch, Raquel, Silvia, Laura y yo nos quedamos junto al coche.
  Como estábamos en el entrador de la casa de Zaira, Laura aprovechó para hacerle una llamada y encontrarse con ella en el camino.
  Al rato llegó Juanjo con el gasoil. Lo vertió con destreza en la boca del depósito. Y tras 2 intentos de arrancar el coche, fue la batería la que dijo: "Hasta aquí he llegado".
  Así que pusimos en marcha el plan B.
  Pero Javi estaba de guardia...
  Plan C.
  Las niñas subieron hasta la curva, para avisarnos si venía algún coche. Yo me subí al coche. Y Juanjo y su padre empujaron el nuestro hasta que lo sacamos de la carretera y lo dejamos medio bien en el entrador.
  Pepe tuvo que hacer un par de viajes más para llevarnos a todos a la caseta, porque llevaba las sillitas de las niñas puestas en el asiento de atrás y no cabíamos.
  Tras la movida, merendamos tranquilos.
  Diana estaba simpatiquísima, cantando y bailando, con un cubo en una mano y un depósito de piezas de construcción de juguete en la otra...
  Llegada la noche recogimos todo y Pepe tuvo que hacer otro par de viajes para bajarnos al pueblo.
  Dejamos a Raquel y Laura en casa, y Juanjo y yo nos subimos con el Clio hasta el Skoda. Juanjo sacó la batería del coche. La bajamos a casa. Enchufamos al cargador de baterías que nos dejó Javi y que nos ha sacado de apuros este invierno. Y así la dejamos toda la noche.

  Todavía nos reíamos al acostarnos. Había sido una tarde intensa...
  Mañana os cuento el final...

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