miércoles, 6 de abril de 2011

Y Dios creó a las madres...

  
  Dios estaba muy ocupado en crear a las madres. Llevaba ya seis días trabajando horas extraordinarias, cuando un ángel se le presentó y le dijo:
-- Te afanas demasiado, Señor.
  Entonces Dios le contestó:
-- ¡Acaso no has leído las especificaciones que debe cumplir esta criatura! Tiene que ser lavable de pies a cabeza, pero sin ser de plástico; llevar 180 piezas movibles, todas reemplazables; funcionar a base de café negro y de las sobras de la comida; poseer un regazo que desaparezca cuando se ponga en pie; un beso capaz de curar todo, desde una pierna rota, hasta un amor frustrado; y seis pares de manos...

  Y el ángel, confundido, observó:
-- ¿Seis pares de manos? ¡Eso es imposible!
-- No son las manos el problema -agregó el Señor-, si no los tres pares de ojos.
-- ¿Y eso es para el modelo normal? -preguntó el ángel.
  El Creador asintió:
-- Uno para ver a través de la puerta siempre que pregunte: "¡Niños! ¿qué estáis haciendo?", aunque ya lo sepa muy bien; otro detrás de la cabeza para ver lo que más le valiera ignorar; y, desde luego, los de delante, para mirar a un niño en apuros y decirle, sin pronunciar palabra: "Ya te entiendo, hijo, y te quiero mucho".

  El ángel le tiró de la manga y le dijo mansamente:
-- Vale más que te vayas a la cama, Señor. Mañana será otro día.

--No puedo -dijo Él-. Y además me falta poco.
  Ya hice una que se cura por si sola cuando enferma; que es capaz de alimentar a una familia entera con solo medio kilo de carne picada; y de persuadir a un chiquillo de seis años para que se está quieto bajo la ducha.

  Lentamente, el ángel dio la vuelta en torno a uno de los modelos maternales, y comentó con un suspiro:
-- Me parece demasiado delicada.
-- ¡Pero es muy resistente! -aseguró Dios emocionado-. ¡No tienes ni idea de lo que es capaz de aguantar y sobrellevar!
-- ¿Podrá pensar?
-- ¡Claro! Y también transigir.

  Por último, el ángel se inclinó y pasó un dedo por la mejilla del modelo.
-- ¡Señor, Señor... tiene una fuga!
-- No es una fuga, es una lágrima.
-- ¿Y para qué sirve?
-- Para expresar gozo, aflicción, desengaño, pesadumbre, soledad y orgullo.
-- ¡Eres un genio, Señor!

Dios, serio y pensativo, reflejando una profunda tristeza, le contestó:

-- No fui Yo quien se la puso ahí...

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